Transfiguración de Jesús y condición humana

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El Evangelio del segundo domingo de Cuaresma trata sobre la transfiguración de Jesús en el contexto de su vida y de su muerte.

1. Transfiguración suena a algo mágico, mítico, simbólico, poético. ¿Y si es sobretodo una palabra que quiere expresar con especial intensidad la realidad de la condición humana, la vida cotidiana, el vivir y el morir? ¿Quién no se ha sentido alguna vez transformado o transfigurado en su intimidad profunda con motivo de alguna experiencia feliz o dolorosa, bondadosa o fracasada? ¿Quién no ha compartido esta transfiguración personal y comunitaria con los demás?

2. Este relato evangélico dibuja un Jesús transfigurado, acompañado por sus amigos Pedro, Santiago y Juan. Los elementos de la narración (montaña, soledad, vestidos blancos resplandecientes, nube …) no deben distorsionar lo que le es nuclear. Jesús es hijo de Dios e hijo de la humanidad. Jesús ofrece esperanza y propone compromiso cuando enseña en el Padrenuestro que los humanos podemos o debemos dirigirnos a Dios como Padre y tratar a los otros como hermanos.

3. De la nube, signo de la presencia de Dios, sale una voz que dice de Jesús: «Este es mi Hijo, el amado, escuchadle». Dios, misterioso y desconocido, muestra que la vía para conocerlo y amarlo es escuchando y practicando el mensaje de Jesús. Mensaje liberador, de amor, esperanza, perdón, compromiso, solidaridad con los demás.

4. Jesús se define a sí mismo como el «Hijo del Hombre». Hoy, según los actuales parámetros culturales, se definiría como «Hijo del hombre», o «Hijo de la mujer», o «Hijo de la humanidad».

5. El cristiano cree en este Jesús lleno de divinidad y de humanidad. Quien intenta ser cristiano tiene la convicción de que creer en Dios como padre implica ser y actuar de manera humana. El Evangelio de Jesús es plenamente humano. La Iglesia, en cuanto es fiel al Dios de Jesús, asume y práctica las Bienaventuranzas. La Doctrina Social de la Iglesia asume la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Tiene cuidado de los que sufren, enfermos, olvidados, marginados, presos, exiliados, perseguidos. La Iglesia y los cristianos deben comprometerse en la promoción y en la defensa de los derechos y de las libertades de todas las personas y de todos los pueblos.

6. La transfiguración de Jesús también debe ser nuestra propia transfiguración personal y social. Y hay que orar para tener el Espíritu que todo lo anima.

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