Denuncia cristiana y en conciencia contra la legalidad injusta

391

Muchos demócratas, perseguidos o no por la justicia, consideran que son perseguidos por una legalidad injusta y por unos jueces injustos en la España constitucional y monárquica.

1. Un episodio evangélico (Lucas 18, 1-8), leído en la misa de este domingo, describe una parábola de Jesús sobre un juez injusto que desprecia a una viuda en un pleito. Jesús afirma que este juez no tiene temor de Dios ni respetaba a los hombres. Y la viuda se enfrenta a este juez injusto.

2. El propio Jesús fue víctima de la legalidad establecida tiempo después de que hubiera contado esta parábola. La autoridad religiosa del Sanedrín, encabezada por Anás y Caifás, con complicidad con la autoridad política de Roma, representada por Pilato, condenaron a un hombre justo, Jesús, a la pena capital. La ley -injusta, inhumana, perversa- tenía que cumplirse según la autoridad establecida.

3. Y aquí y ahora, en los siglos XX y XXI, el aparato estatal español, en cumplimiento de su legalidad establecida, que por muchos demócratas es una legalidad injusta, se dedica a perseguir, entre otros, a presidentes de Catalunya. Desde el president mártir, Lluís Companys, a Artur Mas. También a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Pero en conciencia y en espíritu cristiano hay que denunciarlo. Ninguna ley es respetable si atenta contra los derechos y las libertades de las personas y de los pueblos. Impera un «desorden establecido» en la sociedad, nunca un orden establecido, si la ley atenta contra estos derechos y estas libertades.

4. Unas ideas del Nuevo Testamento inspiran esta cuestión. «Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados (…) Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mateo 5, 6.10). «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hechos de los Apóstoles 5, 29) «Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Así, pues, manteneos firmes y no os dejéis someter de nuevo al yugo de la esclavitud «. (Gálatas 5, 1).

Compartir esta entrada