«Que la tierra te sea leve» y / o «Que descanse en paz»

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La muerte súbita o lenta se presente más que nunca aquí y en todas partes por las causas de siempre y ahora por el Covidid. ¿Que sucede con nuestros difuntos … padres, abuelos, hijos, hermanos, amigos … que son las víctimas mortales?

1.- Vida, muerte, sufrimiento, injusticia, salud, sentimiento, razón, intuición, solidaridad, esperanza, situaciones diversas, sonrisas, llantos, silencio, dudas, investigación, preguntas temporales y eternas sobre el sentido o el absurdo de la realidad cósmica y de la condición humana. Enigmas. Misterio.

2.- El sentido de Dios, a veces tergiversado, sugiere que hay sus huellas en nuestro interior y en el entorno. Y al revés. Sus huellas sugieren el sentido de Dios. También la sed indica que tenemos sed porque hay agua aunque ésta esté sucia y hay que depurarla. Asimismo la necesidad de respirar asegura que hay aire, aunque la atmósfera esté contaminada. Son sencillas consideraciones que intentan mostrar que la esperanza es razonable y se puede experimentar de manera comunitaria y siempre personal. Podemos vivir y morir con esperanza.

3.- Dos grandes respuestas se dan en Occidente por parte de quienes despiden a los difuntos. «Que la tierra te sea leve» corresponde a la locución latina «Sit tibi terra levis», en la antigua Roma de la época precristiana. Forma, respetable, que rehuye una referencia a la hipótesis Dios pero que, sin embargo, tiene un sentido trascendente porque expresa un deseo en bien del difunto. Lo mismo puede decirse de otra expresión dirigida al difunto cuando se le dice «allí donde estés» como un lugar esotérico.

4.- La otra respuesta dirigida al difunto tiene un carácter específico cristiano … «Que descanse en paz» (Requiescat in pace), empleado en la liturgia de los funerales. Vale la pena recalcar que el cristianismo vincula las dos expresiones, «Que la tierra te sea leve» y «Que descanse en paz». Jesús, a las puertas de su pasión y muerte, dice a sus discípulos: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12 , 24).

5.- El cristiano vive y ve la muerte propia y de cada ser humano reflejada en la muerte de Jesús en la cruz y entregado a Dios. «Jesús gritó con voz fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró» (Lucas 23, 46)

6.- Los seres humanos no ven Dios, pero pueden sentir, pensar, desear, intuir, experimentar, amar el Dios de Jesús. Esto implica que el Jesús crucificado es viviente. Lluís Duch (antropólogo, teólogo, monje de Montserrat), ya fallecido, escribió en «El exilio de Dios» (Fragmenta Editorial): «En teoría no sabemos -en realidad, nunca podremos saberlo- quién es Dios, pero en la práctica, en nuestro vivir y convivir cotidianos, en los momentos de euforia y también en las horas de pasión y muerte, sí lo podemos intuir, o más bien lo podemos experimentar cuando reconocemos, queremos y exaltamos los rostros, tanto a menudo desfigurados, oprimidos y destrozados, de nuestro prójimo herido y ejecutado por los bandoleros de todo tipo que circulan por los caminos de este mundo «.

7.- Una propuesta cristiana como humilde conclusión … La muerte está presente y forma parte de la vida. Y la vida está presente y forma parte de la muerte.

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