El cardenal Omella elogia el campechano i se olvida de exiliados y presos

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1. Incomprensible actuación del cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona. La ejecutiva de la Conferencia Episcopal Española, que preside, pide «respetar» la decisión de Juan Carlos de huir ( «salir» según los obispos) de España. Los obispos no dicen nada de los oscuros asuntos económicos y de amantes que afectan al emérito campechano … que sale como sale en la portada del Paris Match. Todo ello, qué escándalo.

2. Omella ignora los exiliados y presos políticos catalanes en su carta dominical, «Vivamos el espíritu mercedario», dedicada a la Virgen de la Merced, advocación muy barcelonesa y catalana. El cardenal habla del espíritu mercedario pero lo hace de manera que este espíritu liberador queda en un pasado lejano y no en el aquí y ahora de Catalunya. Qué escándalo.

3. El cardenal escribe: «La Orden de la Merced, fundado en 1218, dio respuesta a una necesidad urgente de la sociedad de aquel tiempo, la liberación de los cautivos para que pudieran volver a su tierra con sus familias (…) los mercedarios han ido aplicando este carisma fundacional a las diversas realidades del mundo, sobre todo con sus obras al servicio de los presos y de los marginados (…) Pido que, en espíritu y con obras de bien, nos hacemos todos mercedarios «.

4. Si es necesario ser mercedarios, obispo Omella, ¿Por qué no visita los presos y exiliados catalanes cumpliendo así el mensaje evangélico por encima de intereses políticos y partidistas? ¿Por qué no clama públicamente por su liberación y por el retorno a sus familias? ¿Por qué no exige que sean respetados como lo pidió por campechano fugado, el de los oscuros asuntos económicos y mujeriegos? ¿Por qué no pide la amnistía de unos políticos que en Europa son tratados como personas demócratas, pacíficas y viven en libertad ? ¿Por qué no es  valiente y pide que se respeten los derechos y las libertades de todas las personas y de todos los pueblos, incluido el catalán? … Al fin y al cabo, la Iglesia se hace suya la Declaración Universal de los Derechos humanos. Los obispos españoles, como Omella, también deberían hacer suya esta Declaración.

5. Hay cristianos, sin embargo, que -al margen de lo que los obispos dicen, callan, hacen y no hacen- se reúnen cada miércoles para orar por los encarcelados, exiliados y perseguidos políticos. Cada velada acaban con la Oración de San Francisco de Asís: «Señor, haz de mí instrumento de tu paz».

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